sábado 14  de  junio 2025
OPINIÓN

La libertad tiene un precio 68585n

“La libertad nunca es dada voluntariamente por el opresor; debe ser demandada por el oprimido”. Martin Luther King 1r36c

Por NINOSKA PÉREZ CASTELLÓN

Colombia ha sido sacudida una vez más por la violencia política. El intento de asesinato del candidato a la presidencia, el senador Miguel Uribe, es un recordatorio de que ese bello país ha sido arrastrado de nuevo a los años 90, donde la narcoguerrilla dejó ríos de sangre y profundas heridas a la paz y la prosperidad del continente.

El lado humano de la tragedia supera la ficción. La madre del senador Uribe, Diana Turbay, fue secuestrada y asesinada por Pablo Escobar cuando Uribe era un niño. El drama es el mismo. La violencia política parece regresar como la hojarasca contaminada de García Márquez, “alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales.” Con la “secreción de olor a flor de piel y recóndita muerte”.

Dos días después del asesinato de la hija del presidente Julio Turbay Ayala por el Cartel de Medellín, bajo las órdenes de Pablo Escobar Gaviria, el periodista Hernando Santos Castillo, entonces director del diario El Tiempo, publicó un editorial titulado: Carta a Diana. “Te mataron por periodista. El arma asesina la activaron quienes te secuestraron. Lo demás sobra”. Lo hacía en momentos en que su propio hijo Francisco (Pacho) Santos también se encontraba secuestrado. “Pobre tú, pobre yo, pobres nuestros hijos”, le dijo al presidente, quien le contestó: “No, pobre Colombia.”

Treinta y cuatro años después, Pacho Santos, quien fuera exvicepresidente junto a Uribe y posteriormente embajador de Colombia en Estados Unidos, dirige una desgarradora carta al hijo de Diana que se debate entre la vida y la muerte en la Clínica Santa Fe de Bogotá. En la Carta a Miguel encontramos de nuevo la promesa de alcanzar la paz para Colombia y el compromiso de luchar por ella. “Increíble cómo nuestros caminos se han cruzado a través de esa historia de violencia que marcó toda nuestra vida. Eras apenas un niño de cinco años cuando tuviste que enterrar a tu madre y hoy luchas en una clínica por tu vida tras un infame atentado que es el reflejo de la intolerancia en la que hoy vivimos.”

Por la magia de Zoom pude entrevistar a Pacho Santos, afable, determinado y valiente. Me cuenta que ha vivido las tres etapas: víctima, artífice y ciudadano. Como víctima sobrevivió un secuestro de 8 meses; como artífice, dentro del gobierno de Uribe, enrumbaron a Colombia por el camino de la paz. Atrás había quedado la época de las masacres, los secuestros, los asesinatos a periodistas y políticos. Nunca pensó que volvería a vivir lo mismo.

La llegada a la presidencia de su primo, Juan Manuel Santos, acabó con todo. “Negoció con las FARC, les dio poder, le quitó cien mil soldados al ejército.” La presidencia de Duque ayudó aún más a pavimentar la llegada de Gustavo Petro, a quien “no le interesa la justicia, es un adicto a las drogas, trae inestabilidad y solo se oye a sí mismo. Hoy nos sentimos más indefensos que en 1990”, me dijo.

¿Permitirá Petro que Estados Unidos coopere en la investigación del crimen? “A Petro no hay que creerle ni un Padre Nuestro rezado. Miente permanentemente.”

¿Por qué nuestros pueblos no aprenden y caemos una y otra vez en la misma desgracia? Porque la demagogia y los discursos huecos sin resultados siguen arrastrando adeptos que se prestan a detener la paz y el progreso. Expuestos a forajidos que llegan al poder para violar las leyes, suspendiendo garantías y manipulando las voluntades. Triste legado.

Pacho Santos ofrece una respuesta y la misma radica en la voluntad del pueblo: en devolverle la fe y la esperanza que parecen perdidas, pero que no lo están si un pueblo reconoce que en la unión está la fuerza. El domingo habrá una marcha en respuesta a la violencia, pronto quizás será otra en reclamo a restituir las libertades de forma pacífica y contundente. Cuando Pacho Santos escribía la Carta a Miguel Uribe pensaba que sus hijos no tienen por qué vivir lo mismo que vivieron él y tantos colombianos a consecuencia del narcotráfico y el fallido marxismo.

El mensaje es el mismo siempre cuando la libertad está en peligro. El paso es al frente. El reclamo de los derechos es siempre justo y necesario. La fuerza de los pueblos ha dado grandes muestras a través de la historia. En Colombia se crean cadenas de oraciones por todas partes. La oración puede vencer la violencia.

Pacho Santos me mostraba las fotos en su oficina: una audiencia con el Papa Juan Pablo II, otra con el expresidente Álvaro Uribe cuando fue su vicepresidente, otra en la Oficina Oval en la Casa Blanca en Washington DC, cuando presentó credenciales como embajador de Colombia al presidente Donald Trump. “¿Y la Virgen?”, le pregunté. “Es la Virgen de Guadalupe, soy mariano y ella me protegió cuando estuve secuestrado.” La fe es vital en la lucha de los pueblos; los marxistas acuden a la violencia, esa es su fe, porque no tienen nada mejor que ofrecer. Desconocen la protección que el manto de la Virgen otorga a sus hijos. La fuerza que da el creer en Dios y buscar el bien. La libertad tiene un precio. Y hay que resignarse a pagarlo, porque es el don más valioso que posee la humanidad.

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